viernes, 2 de octubre de 2009

Bandera Blanca

El humo proveniente del tazón de café, empañaba sus lentes una y otra vez.
Por debajo de ellos, unas tímidas lagrimas se deslizaban en sus mejillas y empapaban su piel...
Intentó rodearse con un brazo...era la única manera que tenía de controlar el temblor de su corazón. De no hacerlo, estaba segura de que en cualquier momento, estallaría en lagrimas sin cesár.
Habia pasado por esto una vez, y se sentía fuerte por ello... pero no estaba segura de conseguir hacerlo denuevo.
Tomó otro sorbo del humeante café y lo tragó casi sin notar la quemante sensación que dejó aquel líquido en su garganta.
Afuera, comenzaba a llover. Sabía que de no ir a la cama pronto, su pequeña herida se abriría un poco más esta noche, pero aún así...aún sabiendo que debía huir de ello, se sentó frente al espejo a esperar que su alma acongojada se intentara liberar.
Lentamente, pequeñas gotas cayeron intermitentes en el liquido que aún humeaba... esta vez, ella no las limpiaba. Decidió dejarlas ahí, para que siguieran su curso y la purificaran.
Sabía en su corazón que tal vez pagaría caro el permitirse esta debilidad. Pero no estaba segura de como comenzar el mañana con su corazón como estaba... sólo sabia que si esta noche no lloraba, algo en ella se iba a derrumbar.
Rendida, con la cara hinchada y los ojos a punto de estallar, contempló su triste reflejo en el espejo, y por primera vez, se dio cuenta que la mujer que había en él, era una mujer debil, sensible, agotada de ser fuerte y sonreir a la vez. Sintió deseos de convertirse en una pequeña niña a la que todos cuidaran... pero sabía que aquello no iba a suceder.
Apollada con las palmas de sus manos en el suelo, comenzó a llorar, amargamente esta vez.
El sonido de la lluvia en el exterior camuflaban su sollozo y su resignación. Se sintió debil por permitirse llorar de esta manera en vez de olvidar e irse a descansar. Pero su alma no dejaba de recordarle lo humana que era, y lo cansada que estaba de aguantar y acumular...
El pequeño castillo de algodones y azucar en el que permaneció tanto tiempo -o al menos le pareció creerlo- se desacia ante sus ojos, sin nada por hacer esta vez.
La realidad era clara, sabía lo que mañana le esperaba... sabia también que aquello no era precisamente lo que ella soñaba.
Pero también sabía que debía dejar de culparse por ello. Después de todo, nada de lo que ella hiciera iba a cambiar la realidad que se avecinaba.... la suerte ya estaba hechada.
Se miró una vez mas en el espejo. Esta vez ni sus ojos hinchados ni su cara demacrada llamaron su atención. Fueron sus labios carmesí que pese al llanto y al frio, no habian perdido color. Deslizó suavemente uno de sus dedos sobre ellos... estaban suaves y tersos, llenos de vida y de sed.
Entendió que aunque su alma se quisiera rendir esta vez, su cuerpo seguia vivo...mas vivo que ayer talvez.
Suspiró un par de veces y, se prometió a si misma algo que nunca se imaginó prometer. Se rindió ante lo que el mañana pudiese traer. Ya no intentaría hacer que todo encajara y fuese como ella esperaba. Se prometió esta vez que aceptaría lo que el destino le deparara, sin quejumbres ni porqués.
Se prometió también que aunque fuese solo por esta vez, recordaría que su cuerpo vive y su alma también.
De esta manera, izó una invisible bandera blanca en su ser y se deslizó hasta la cama a esperar el amanecer.

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